lunes, 2 de noviembre de 2015

Altar para Manolo

Un día nos dijo Manolo muy serio: Si yo fuera vagabundo y tuviera que estar en una esquina pidiendo dinero, sostendría un cartel con la leyenda: "Me equivoqué en el tiempo". La gente tendría curiosidad por la frase y me preguntaría, qué es eso de equivocarse en el tiempo. Y yo les respondería, pues que me equivoqué en el tiempo porque viví más años de los que mis ahorros me lo permitían.

Así era Manolo: inteligente, observador, intuitivo, sensible y muy peculiar. Diferente a los adultos de su edad, él miraba los detalles.

A casi dos años de su muerte, quisimos dedicarle un pequeño altar. Como ya lo hicimos con su tío José.

Le pusimos de comer tortilla con xoubiñas, tomate y zanahoria, con unos bombones, porque era muy lambeteiro.

El sombrero mexicano no podía faltar, porque le gustaban los mariachis y fantasear con ir a México, pasarlo bien y no volver.

Durante muchos años, mimó las parras propias y ajenas, lo hacía con mucho cuidado y esmero. Con un gran técnica, tardaba tardes enteras en podar las parras, giraba las ramas en un sentido, o en otro, con una lógica que solo él entendía.

No podía faltar el vino tinto de casa, ese que tantas veces se encargó de producir y servir. Ni tampoco la sal, el agua, las flores, la calaca, las velas y el papel picado (cortesía de las alumnas del último taller "fiesta mexicana" de La Mesa Limón).

Así quedó el altar completo. Justo en el centro, debajo de la foto de Manolo, pusimos una ramita de la parra de casa y más abajo un trocito de alambre en forma de espiral. Porque con su manos y objetos tan sencillos, resolvía dificultades cotidianas, inventando artilugios con funciones muy específicas.

Y así era Manolo, un peculiar viajero del tiempo.


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